Aventura en altamar

El relato de Juan Manuel Rambla sobre su travesía en velero desde Natal, Brasil, hasta la Isla de Martinica revela sus motivaciones, preparación, desafíos y gratificaciones obtenidas durante los 13 días de navegación.

Notas16/07/2024 Lic. María Eugenia PIaggio
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En su búsqueda de unas vacaciones diferentes, Juan Manuel Rambla, asociado de la AAARBA, encontró en la propuesta de Alegría Marineros la opción que estaba buscando. "Zarparemos desde la ciudad de Natal y tomaremos rumbo noroeste, bordeando la costa brasileña hasta arribar a la Isla de Martinica. Esta aventura promete llevar a la tripulación a través de aguas cristalinas, brindando una experiencia única en las paradisíacas islas del Caribe", decía el post de Instagram de la empresa. Aunque la idea original del anestesiólogo era cruzar el Atlántico, decidió aprovechar esta oportunidad.

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A la vuelta de su viaje, hablamos con él y nos compartió algunas anécdotas que revelan lo interesante que fue esta travesía.

-¿Cómo te preparaste? ¿Qué entrenamiento o experiencia previa tenías en navegación?

-Yo hice el curso de timonel y de patrón y mi experiencia previa era haber cruzado navegando a Uruguay varias veces. Pero el cruce a Uruguay dura 8 horas y el de Brasil-Martinica 13 días. Igualmente, no era necesario tener experiencia ni tampoco se exige un entrenamiento especial. Lo único que tenés que saber es a lo que te estás exponiendo.

-¿Cómo fue la experiencia de navegar en un velero de 70 pies durante 13 días sin tocar tierra? ¿Cuáles fueron los momentos más desafiantes y gratificantes?

-El desafío es estar en el medio del océano entre 200 y 300 millas de la costa, o sea dos o tres días, y, como médico, saber que un accidente grave en esas circunstancias puede ser complicado. Por suerte no ocurrió. Los momentos más gratificantes vinieron de la contemplación de la inmensidad del océano y los atardeceres. Los olores del mar. Es como que todo es una foto.

-¿Qué sentías antes de zarpar?

- Sentía ansiedad, pero sabía que una vez que me subía no me podía bajar porque justamente es una travesía que no tiene puertos intermedios. Entonces todo lo que tenía que hacer era subir. Una vez arriba, sabía que de alguna manera iba a llegar al otro lado.

-¿Y te preocupaba cómo iba a ser la convivencia con tantas personas que no conocías?

- No, no tenía miedo, de hecho la convivencia terminó siendo muy buena. Con la mayoría seguimos en contacto y hasta nos hemos visto. La convivencia fue un diez. Podríamos creer que fue una casualidad, pero la realidad es que la gente que se suma a estas tripulaciones sabe en lo que se mete y de antemano entiende que le va a gustar.

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La vida a bordo

La buena organización de la rutina del viaje fue clave para que los tripulantes tuvieran tiempo de descanso y de conexión entre todos. El Dr. Rambla asegura que la convivencia fue excelente y que durante el viaje nacieron nuevas amistades. “Cada día nos repartíamos las guardias. La tripulación se dividía en grupos de tres personas y cada uno hacía dos guardias de tres horas en las que se ocupaba de la cocina y de la navegación del barco”, cuenta Juan Manuel. 

Durante los 13 días en altamar, la tripulación gestionó sus necesidades básicas con ingenio y planificación. En cuanto al agua, al no disponer de potabilizadora, adquirieron bidones en puerto destinados exclusivamente para el consumo. Para las actividades diarias y la higiene, emplearon agua salada o, en ocasiones, agua de lluvia. La comida la abastecieron en tierra firme, y Juan Manuel confesó que intentaron pescar pero no tuvieron éxito. 

-¿Enfrentaron alguna situación de peligro?

- Estábamos advertidos de que en esa zona navegan muchos barcos piratas. Por eso nosotros navegábamos por adentro, bien metidos en el mar porque ellos no llegan hasta esa profundidad. Estos piratas andan en unas barcazas con poca autonomía y no pueden alejarse tanto de la costa. En nuestro recorrido pasamos por países como el norte de Brasil, Guyana, Surinam, y sur de Venezuela. Realmente no sabíamos qué protección nos darían esos Estados en una situación de peligro, por eso los evitamos. Dentro del barco, los inconvenientes que tuvimos fueron las náuseas y vómitos que son totalmente normales.

-¿Qué fue lo que más te sorprendió o emocionó durante la expedición?

- Cruzar la línea del Ecuador para los navegantes es un acontecimiento. Cuando llegamos a ese punto, frenamos el barco y nos tiramos a nadar en aguas de 3800 metros de profundidad.

-¿Qué tipo de fauna marina viste durante el viaje?

- Vimos delfines que son como los anfitriones, siempre en estos viajes aparecen, te escoltan el tiempo que ellos quieren y desaparecen. Como que juegan con el barco y después se van. También nos cruzamos con peces voladores, que literalmente parece que vuelan y también vimos algunas especies de pájaros. Lo no tan lindo que encontramos fue una gran cantidad de sargazo flotando en el agua.

Vuelta a tierra

Tras 13 días de travesía en altamar, enfrentando desafíos y viviendo experiencias únicas a bordo, Juan Manuel Rambla finalmente puso pie en tierra firme al llegar a la Isla de Martinica. La transición de la vida en el barco al regreso a la estabilidad terrestre trajo consigo algunas sorpresas curiosas.

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-¿Qué fue lo primero que comiste cuando llegaste a tierra?

- Una hamburguesa con cerveza fría.

-¿Te costó bajarte del barco?

- Algo curioso que me pasó es que en los veleros dormís torcido porque el barco escora, entonces cuando llegás a tierra sentís que la cama está torcida. A todos nos pasó lo mismo. Algo parecido nos pasaba al caminar, como que nos íbamos de costado. Sabía que era así, por lo que lo tomé como algo gracioso.

-¿Qué aprendiste sobre vos mismo durante esta travesía?

- Que hay que animarse a cumplir los sueños y tomar riesgos. El haberme animado a realizarlo y llegar a puerto fue una satisfacción de tarea cumplida, como de haberme animado. 

Al concluir nuestra conversación, el Dr. Juan Manuel Rambla comparte una reflexión que resonará con quienes tienen un sueño pendiente: "Nunca vas a encontrar el momento perfecto para realizar un sueño. Yo decidí: 'bueno, ahora es el momento', y simplemente lo hice. Cumplí con algo que tenía pendiente". 

Con una determinación inquebrantable y el espíritu de un verdadero aventurero, el socio de la AAARBA ya tiene claro cuál será su próximo desafío: cruzar el Atlántico, demostrando que los límites solo existen en nuestra mente.

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