
Crónica de una anestesia realizada en el Hospital Británico a un hondureño al que le efectuaron una tromboendarterectomía pulmonar con parada circulatoria.
La historia se remonta a unos cuantos años atrás.
La tarde del 19 de diciembre de 1989, tranquila y poco común en el Servicio de Cirugía Cardiovascular en el sanatorio donde me encontraba trabajando, estaba con dos compañeras técnicas en la central de anestesia cuando se nos advierte de una situación de emergencia en el quirófano n°3, en el que se estaba realizando un procedimiento con anestesia local.
La paciente, de aproximadamente unos 80 años de edad, se había descompensado. Uno de nosotros llamó inmediatamente al médico anestesiólogo de guardia quien se encontraba próximo al Servicio, mientras los demás nos dirigimos al mencionado quirófano. El corazón de la paciente se detuvo abruptamente y necesitaba reanimación urgente. Automáticamente, bajo las órdenes del cirujano, asistimos y colaboramos con la colocación de una vía periférica, le suministramos apoyo con oxígeno, preparamos las drogas de paro y reanimación, mientras que el resto del equipo médico masajeaba el tórax de la paciente y así comenzamos con el RCP. Al llegar el médico anestesiólogo, intuba a la paciente y después de algunos minutos de eficaz trabajo en equipo, su corazón por fin comenzó a responder de manera satisfactoria.
Cuando volví luego a mis funciones habituales, pensé por un momento en todos los técnicos que, al igual que nosotros, pueden realizar obras maravillosas, auxiliando al paciente y al médico anestesiólogo en tan difícil tarea y cuando uno se pone al servicio del otro y puede salvar una vida, a veces hasta sin darnos cuenta, en cada paso de cada maniobra, en el trabajo diario.
Mientras realizaba mis labores imaginé por un instante ¿por qué no premiarnos de alguna manera, dándonos un día propio? Casualmente, recordé que cuando se nos entregó el título de Técnicos en Anestesiología, con orgullo y emoción, dimos nuestro juramento de atender y no abandonar nunca al paciente, sea cual fuere la circunstancia, y recordé que en mi caso fue también un 19 de diciembre. Así fue que un grupo comenzó a festejarlo ese día y luego, la anécdota trascendió y se fueron sumando colegas y compañeros de distintos puntos del país tomando también ese día como el “Día del Técnico en Anestesiología”.
Ese día finalmente quedó fijado por la Asociación Argentina de Técnicos en Anestesiología y varias instituciones también la reconocieron y se sumaron a esa fecha donde un grupo de profesionales técnicos tuvieron un rol clave para salvar una vida.
Desde ese entonces, todos los colegas de distintos lugares del país comenzamos a festejar nuestro día todos los 19 de diciembre.
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