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Entrevista al Dr. Adolfo Venturini
Notas27/06/2025 Lic. María Eugenia PiaggioA lo largo de ocho décadas, la Asociación de Anestesia, Analgesia y Reanimación de Buenos Aires ha sido testigo de avances científicos, defensa profesional, momentos difíciles y conquistas institucionales. Para recorrer ese extenso camino, nadie mejor que el Dr. Adolfo Venturini: miembro del Tribunal de Honor de la AAARBA, director del Museo de la Anestesia y Profesor Honorario de la Facultad de Medicina de la UBA. A sus 93 años, es mucho más que un expresidente de la AAARBA: es la memoria viva de la Asociación, una persona que conoce su historia, la vivió y atesora anécdotas significativas. Hablar con él es, sencillamente, encantador.
En esta entrevista, el Dr. Venturini comparte recuerdos valiosos que no sólo merecen ser escuchados, sino preservados y transmitidos.
-En su rol de historiador y testigo directo de la evolución institucional, ¿qué tres recuerdos importantes cree que todos los socios deberían conocer?
—Hay muchos, pero me gustaría destacar tres. En primer lugar, la defensa de los derechos laborales de los anestesiólogos, un camino difícil que exigió compromiso y perseverancia. En segundo lugar, la obtención del aval del Ministerio de Salud para certificar especialistas en anestesiología, un hito logrado en 1980. Y en tercer lugar, la fundación de nuestro Museo de Anestesia, que comenzó con una sencilla vitrina y hoy resguarda el legado material y simbólico de la especialidad.
-¿Tiene algún recuerdo que nunca haya contado y que cree que vale la pena dejar registrado?
—Sí. En el año 2000, junto al Dr. Alberto González Varela, mientras clasificábamos piezas para el futuro Museo, encontramos un antiguo aparato de anestesia. Alberto reconoció el modelo y, con gran tristeza, me confió que había pertenecido a un colega que se quitó la vida tras el fallecimiento de un paciente al que había anestesiado y cuya muerte se debió a un error humano. Me pidió no revelar nunca el nombre. Hoy, sin quebrar ese pedido, quiero destacar la valentía y la dignidad de ese anestesiólogo, que fue un verdadero Maestro de la anestesia porteña.
-¿Cuál fue el momento más difícil que atravesó la Asociación?
—Durante la última dictadura militar. Fue un tiempo complejo, de silencios y temores. Presidían entonces los doctores Héctor Sanguinetti (1976–1979) y yo (1980–1981). En ese periodo, dos asociados desaparecieron. Es una herida que permanece.
-¿Y el momento más feliz o emocionante?
—Hubo varios, pero uno que recuerdo con especial emoción fue cuando se concretó la compra del edificio de Aranguren 1323. Fue un paso fundamental hacia el fortalecimiento institucional.
El Dr. Venturini no solo vivió la historia: la protagonizó, la documentó y hoy la narra con lucidez, afecto y compromiso. Como director del Museo de la Anestesia, ha dedicado años a rescatar objetos, testimonios y documentos que construyen el relato colectivo de la especialidad en Buenos Aires.
-¿Quiénes fueron, en su opinión, las personalidades más importantes o transformadoras en la historia de la Asociación?
—Podría hablar de dos etapas. En la primera, marcada por el desarrollo científico, se destacaron los doctores José C. Delorme, Juan A. Nesi, Leslie Cooper, Roberto O. Elder, Federico Wright y Osmán Yanzón. Su labor posicionó a la Asociación en el ámbito nacional e internacional.
La segunda etapa, estuvo liderada por el Dr. Alberto González Varela, con el apoyo de la Dra. Margarita Oleaga Alarcón y del Dr. Julio Ortega. Gracias a ellos, se consolidaron derechos laborales y condiciones dignas para ejercer.
-¿Cuál fue su sueño como presidente de la AAARBA? ¿Se cumplió?
—Mi mayor anhelo fue que la Asociación fuera reconocida oficialmente para otorgar certificados de especialidad. Y se cumplió en diciembre de 1980, cuando el Contraalmirante Médico Manuel Irán Campo, entonces Secretario de Salud Pública, firmó el decreto correspondiente.
-¿Hay alguna decisión de su gestión de la que se sienta particularmente orgulloso?
—Sí. La creación, en agosto de 1980, de la “Vitrina-Museo” que dio origen a nuestro actual Museo y Biblioteca de Anestesia. Es un espacio donde preservamos nuestra identidad profesional.
-Finalmente, si pudiera dejar un mensaje a las futuras generaciones de anestesiólogos, ¿qué les diría?
—Que recuerden siempre estos 80 años de historia. Los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetir errores que ya habían superado con esfuerzo y dignidad. La memoria es también una forma de compromiso.
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