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Entrevista a Hernán Navarro, presidente de Grooming Argentina.
Notas18/06/2025 Lic. María Eugenia PiaggioPocas formas de violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes resultan tan alarmantes y, al mismo tiempo, tan invisibilizadas como el grooming. Este delito consiste en el acoso sexual hacia menores a través de medios digitales, generalmente perpetrado por personas adultas con la intención de establecer contacto con fines sexuales. Implica una serie de conductas deliberadas destinadas a ganarse la confianza de la víctima, estableciendo un vínculo emocional para disminuir sus inhibiciones. El objetivo puede ser concertar un encuentro físico o, como ocurre en la mayoría de los casos, obtener material de contenido sexual para su distribución, comercialización o consumo privado.
Para prevenir este delito, resulta indispensable comprender su dinámica. En un mundo hiperconectado, donde la tecnología avanza más rápido que la regulación y la conciencia social, la labor de organizaciones como Grooming Argentina resulta fundamental. En esta entrevista, el abogado Hernán Navarro, presidente de la ONG y referente regional en el tema, analiza el estado de situación, comparte cifras reveladoras, describe las consecuencias psicológicas para las víctimas y reflexiona sobre el rol que pueden asumir los profesionales de la salud para prevenir, detectar y contener estas situaciones. También se refiere al vacío legal existente y a la necesidad urgente de desarrollar protocolos específicos para el uso y resguardo de datos sensibles en el ámbito médico.
—¿Qué lo motivó a crear Grooming Argentina?
La organización nació en 2014 por la necesidad de visibilizar una forma de violencia digital que no estaba reconocida por las políticas públicas ni por el sistema judicial. Grooming Argentina nació de una idea que me salvó, y que hoy está ayudando a salvar a muchos niños y adolescentes. Todo empezó cuando yo era más joven y trabajando en un ciber conocí a un amigo por un juego. Ese amigo me presentó a otro amigo y como que se generó una red a través de un juego. A partir de eso, me empecé a hacer preguntas sobre lo que pasaba en Internet y no había respuestas. Entonces entendí que había una deuda del mundo adulto, y que si no actuábamos rápido, el daño podía ser muy profundo.
Antes de entrar en los datos, vale la pena destacar que el Informe LATAM (Latinoamérica) es un relevamiento exhaustivo realizado por la Red Grooming LATAM, integrada por 30 organizaciones de 15 países, impulsada por Grooming Argentina. Se encuestó a más de 28.000 niños, niñas y adolescentes de entre 9 y 17 años en toda Latinoamérica, con el objetivo de conocer los riesgos que enfrentan en el entorno digital. El informe fue presentado recientemente en Ciudad de México y constituye, según Navarro, "una verdadera radiografía regional de la infancia conectada".
El primer dato que llama la atención es que 7 de cada 10 niños, niñas y adolescentes en América Latina no saben qué es el grooming. Eso implica que no reconocen la violencia, no la denuncian, y eso genera un subregistro gravísimo. “Creo que la clave es convertir el círculo vicioso en un círculo virtuoso a través de información, de herramientas, de educación, de políticas públicas. Ese es un poco el gran objetivo”, explica el abogado.
El segundo dato es que 6 de cada 10 han hablado con desconocidos en Internet. Y lo que esto muestra es que la pedofilia, que es la segunda red criminal del mundo, ha encontrado en Internet su campo de acción. Las fronteras desaparecen. “Por eso decimos que estamos frente a una pandemia en las sombras y que la pedofilia encontró en Internet el vehículo de contacto y de proximidad para con cualquier niña o niño adolescente. Cuando decimos que estamos perdiendo la guerra contra la pedofilia, lo decimos en virtud de que los chicos hablan en el mismo lenguaje que hablan los pedófilos en edades cada vez más prematuras. O sea, la finalidad de la pedofilia es instalar o instaurar su matriz perversa y lo vienen haciendo en cualquier plataforma digital”, agrega Hernán Navarro.
Y el tercer dato, que es todavía más preocupante, es que 8 de cada 10 dicen saber más de tecnología que sus padres. Esto refleja una emancipación digital que deja a los chicos solos frente a un mundo muy riesgoso.
La invisibilidad del delito y sus consecuencias silenciosas
Uno de los aspectos más preocupantes que destacó Hernán Navarro durante la entrevista es que, al desconocer qué es el grooming, muchos chicos no se perciben a sí mismos como víctimas. Esto no solo impide que denuncien o busquen ayuda, sino que también hace que no reciban ningún tipo de tratamiento por los daños que este tipo de violencia puede provocar.
—¿Cuáles son las consecuencias psicológicas más frecuentes en las víctimas?
El grooming es un secuestro emocional. Las víctimas entran en un estado de hipervigilancia permanente. Se trata de una violencia sexual sin contacto físico, pero con un impacto devastador. Vemos una baja en el rendimiento escolar, cambios abruptos de humor, alteraciones en el lenguaje corporal, evasiones de contacto visual. Y en los casos judicializados se repiten tres patrones: conectarse hasta altas horas, insistencia por conectarse y ocultamiento de dispositivos.
Esto me lleva a pensar que cuando un padre castiga o utiliza el método de castigo de retirarle el dispositivo móvil a su hijo, en realidad ese chico, cuando atraviese una nueva situación compleja de vulnerabilidad o de violencia, no va a recurrir a ese padre porque sabe cuál es el castigo. Se va a quedar sin dispositivo. Hay varias situaciones alrededor de estas cuestiones que nosotros queremos dejar en claro en la familia para poder resignificar el posicionamiento y actuar, no de manera negligente, sino de una manera empática, de una manera amorosa, de una manera que pueda contener. Y la verdad es que estamos viendo mucha negligencia en el accionar del mundo adulto responsable.
—En los hospitales se suelen compartir fotos clínicas por WhatsApp entre colegas. ¿Puede eso representar un problema legal?
Sí, absolutamente. Compartir material clínico sin protocolos ni autorización puede constituir un delito. Aun cuando la intención sea médica, se está alojando y distribuyendo información sensible. En Grooming Argentina estamos desarrollando un protocolo para el sistema de salud que regule el tratamiento de datos e imágenes de pacientes pediátricos. Es una deuda pendiente.
—¿Y qué puede hacer una institución médica frente a esta problemática?
Lo primero es una instancia de sensibilización interna. Y después tres cosas: capacitación general para todo el personal, creación de protocolos específicos y campañas de concientización permanentes. Aunque el profesional no tenga incidencia directa con menores, lo puede escuchar como médico, y también como padre, madre o abuelo.
Empezamos a recorrer distintos hospitales: el Argerich, el Clínicas, el Churruca, entre muchos otros. Y empezamos a darnos cuenta de que los médicos, la comunidad médica —dermatólogos, pediatras, y otros— en el afán de comparar o de generar una interconsulta para algún diagnóstico en particular, estaban cometiendo delitos. Es decir, un dermatólogo o un pediatra le mandaba la foto de la vulva de una niña a otro colega, y eso es un delito, aunque no se haga con mala intención. Entonces, ahí se nos abrió la interrogante sobre la protección de los datos personales de niños, niñas y adolescentes en Internet. Son datos sensibles, hipersensibles, que hay que proteger bajo toda órbita. Por eso, estamos instando a construir protocolos, protocolos que seguramente vamos a escalar al Ministerio de Salud de la Nación para organizar la protección de estos datos y definir claramente cómo debe tratarlos la comunidad médica.
—¿Qué hacer si uno sospecha que un menor está siendo víctima de grooming?
Primero, no borrar conversaciones, no bloquear al agresor, no interactuar y registrar la URL del perfil. Eso es clave para la denuncia. En Grooming Argentina desarrollamos la app GAPP, que articula con la Policía Federal para actuar rápidamente. Y después, por supuesto, la contención emocional. Papá y mamá son el primer anillo de protección. Si ese lazo está roto, el riesgo se multiplica.
—¿Qué mensaje final le gustaría dejar a la comunidad médica?
Estamos frente a una forma de violencia sexual que cambia el paradigma: sin contacto físico, pero igual de dañina. La medicina tiene un rol fundamental: proteger, prevenir, contener. Cada acción cuenta. Y cada profesional, desde su lugar, puede marcar la diferencia.
*La revista de la AAARBA agradece a Hernán Navarro su compromiso con la protección de las infancias y la claridad con la que aborda una problemática urgente, compleja y muchas veces invisibilizada.
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